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Monasterio de la Inmaculada
(Onil, Alicante, España)

Este Monasterio de la Inmaculada de MM. Justinianas de Onil (Alicante) está fundado el 20 de abril de 1890 por la Rvda. Madre Joaquina Bañón Ruiz, natural de Elche. Madre Joaquina Bañón Ruiz ingresó en el Monasterio de Justinianas de Madre de Dios de Murcia el día 29 de julio de 1851 a los veinte años. Como tenemos dicho es una de las Fundaciones Justinianas que han salido del Monasterio de Madre de Dios de Murcia en fecha relativamente reciente, a los cuatro siglos justos de la fundación del viejo Monasterio murciano.

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Onil es un bello pueblo de la provincia de Alicante, cercano a la importante ciudad de Alcoy, participa de su industrioso espíritu con una gran cantidad de fábricas principalmente de muñecas que abastecen el mercado nacional y aún exportan al extranjero.

Desde los días remotos del siglo XVII en que se alzaron sus muros, cuenta Onil con un Monasterio de Franciscanos Alcantarinos, pertenecientes a la custodia de San Pascual Bailón con hermosa iglesia dedicada a la Purísima Concepción.

En este Monasterio se santificó en los primeros años del siglo XVIII el Franciscano Fray José Abellán, hijo ilustre de Cieza, cuyo retrato en gesto de profunda veneración mandara pintar el Ayuntamiento de la Villa de Onil.

Pero todas estas grandezas religiosas del pasado habían desaparecido debido al inmenso latrocinio de la desamortización; el Convento de Alcantarinos había sido destinado a usos tan heterogéneos como a servir de cárcel y escuelas públicas.

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A finales del siglo XIX y por causas todavía no muy estudiadas se desplazaron bastantes comerciantes valencianos y alicantinos a la ciudad de Murcia, quedando sólidamente establecidos y emparentados casi todos ellos con familias murcianas. Uno de estos comerciantes se llamaba D. Isidoro Juan y estableció su comercio y casa en la murciana calle de la frenería, cercana al Monasterio de Madre de Dios. La esposa de Isidro Juan, llamada doña. Cayetana Rico era natural de Onil, por cuyo pueblo sentía gran amor e interés, quiso que la divina providencia que dispone suavemente las cosas que esta señora entrase en contacto con las monjas de Madre de Dios y especialmente con la Madre Joaquina Bañón Ruiz, monja de gran espíritu, que ejercía por aquellos años el difícil cargo de Maestra de Novicias y en cuyo gran corazón comenzaba a gestarse la ilusión de ver extendida la pequeña Orden Justiniana con la fundación de otro Monasterio.

Conocedora doña. Cayetana Rico de la existencia en Onil del abandonado Convento de Frailes Alcantarinos, concibió la idea, alentada por la mencionada señora de convertir el abandonado cenobio en nueva colmena de abejas Justinianas. Fueron inmensas las contradicciones que la buena Madre Joaquina tuvo que sufrir por causa de la proyectada fundación; no eran los tiempos del liberal siglo XIX, muy a propósito para estas obras de Dios, y la Madre se llegó a ver denigrada en los cafés de Murcia, -tachada, cual nueva Santa Teresa- de “fémina”, inquieta y andariega”… No menores fueron las contradicciones aún dentro del apacible Claustro Justiniano; enemigas por su misma vocación claustral de embargarse en nuevas aventuras; privadas de sus inmensos bienes por la funesta Desamortización y mermadas en número por las Justinianas que se habían incorporado pocos años antes a la fundación de Concepcionistas de Yecla (Murcia), como tenemos dicho; no tiene de particular que la buenas monjas no vieran en general con buenos ojos, la proyectada fundación de la Madre Joaquina, y aunque ella con sus claras virtudes y su amor al Monasterio donde había profesado era un testimonio vivo de amor a la Orden Justiniana a la última hora no faltaron dolorosas defecciones entre las jóvenes monjas que se habían ofrecido para la nueva fundación Justiniana de Onil, hasta el extremo que el Sr. Provisor del Obispado le tuvo que decir: “Todo está a punto, pero no hay fundación, Madre Joaquina”; a lo que ésta contestó llena de espíritu y fervor: “Tengo monjas de otras partes que sobran y son de muy buen espíritu, que me consta cierto, y cuando a estas no tuviera, con la Madre Dolores González tengo suficiente por hoy para hacer la fundación; por lo tanto puede Vd. estar tranquilo, que desde luego le respondo que sí tenemos fundación”.

Vencidas las principales dificultades y alentada la Madre Fundadora por su director espiritual M. I. S. don José Cánovas y Casanova, quien hizo una colecta entre los señores del Cabildo para costear el viaje a las fundadoras; embalados los equipajes y enviados a Onil tuvo lugar el momento siempre emocionante de la despedida; el cronista anónimo nos lo refiere en el estilo altisonante tan propio
de la época en que se desarrolló:
“Serían como las tres de la tarde (19 de abril de 1890) en la portería del Monasterio de Madre de Dios de la ciudad de Murcia se hallaba convocada distinguida y respetable comitiva, compuesta del Muy Iltre. Sr. Chantre con varios sacerdotes; la Excma. Sª Marquesa de Salinas y Beniel; Dª Cayetana Rico, Dª Carlona Casanovas con otras señoras de lo más distinguido de la Capital y numeroso concurso que rodeaba los coches y deseaba presenciar el acto tan raras veces visto de la salida de las monjas fundadoras.

Entre tanto en lo interior del Monasterio y entre aquella respetable Comunidad, próxima ya a dividirse se desarrollaba la tierna y conmovedora escena de la despedida hasta la eternidad. Abrazábanse por última vez, y las copiosas lágrimas que empapaban sus velos y blancas tocas demostraban inequívocamente cuán dolorosa les era la separación.
Llegó el momento supremo; y a una indicación autoritaria del representante del Prelado abriose la puerta reglar y dijo: “Vamos, ya es hora; echen las campanas al vuelo, porque sale de esta Santa Casa, una fundación”. Dichas estas palabras y en medio de la expectación general vieron los concurrentes todos, salir cinco monjas de velo negro, que fueron: La Rvda. Madre Joquina Bañón Ruiz, y las Madres Dolores González Gabaldón, Josefa Puche García, Gertrudis Catalán Fernández y Fuensanta Fuentes Molina, a las que se
agregaron cuatro jóvenes de la ciudad de Murcia que estaban admitidas de ante mano para la nueva fundación”.
Llegados los expedicionarios a Onil después de largo y feliz viaje, fueron acogidos por la población con extraordinario júbilo hospedándose durante unas horas, en las habitaciones anejas a la ermita de Nuestra Señora de la Salud,
Patrona de Onil, hasta que a las tres de la tarde del día 20 de abril se organizó solemnísima procesión para conducir a las monjas a su nueva morada; lo que hicieron llevando consigo las imágenes de la Purísima Concepción y San Lorenzo Justiniano, pasando previamente por la parroquia del Pueblo donde veneraron la Sagrada Forma incorrupta desde el año 1824, hecho prodigioso que anualmente se conmemora con la llamada fiesta del “Señor Robat”. Una vez en la iglesia del nuevo Monasterio el Párroco de Castalla dio las gracias al pueblo en nombre de la Abadesa, y seguidamente en medio de un impresionante silencio las monjas se encerraron dentro de la Clausura.

El anónimo cronista termina su relación con estas palabras no menos románticas:
“Apenas pues, cerraron la puerta Reglar y se vieron solas ¡Cuál y cuánto fue el contento y regocijo que sentirían!. Sólo podrían explicarlo ellas mismas el gozo por ver llevada a feliz término tan gloriosa empresa inundaría sus virginales corazones. Se darían mutuamente los parabienes; besarían repetidas veces aquellas paredes que las cobijaban y que habían de ser hasta la muerte inexpugnables murallas que guardarían tanto sus almas como sus cuerpos”.

De las cuatro jóvenes murcianas agregadas a las fundadoras, dos no perseveraron, regresando a sus hogares; en cambio las otras dos, tomaron el santo hábito con los nombres de Sor María Salud de San Lorenzo Justiniano y Sor Carmen del Corazón de Jesús, a las que pronto se unió la joven valenciana Teresa de Jesús Benito Ferré, natural de Bocairente; pero de donde vino a la joven Comunidad Justiniana su mejor refuerzo fue de las Mercedarias de Lorca con el ingreso en el Monasterio de Onil de la Rvda. Madre Concepción Guerrero Díaz y la Madre Virtudes del Corazón de Jesús Hernández Martínez, a las que no tardó en unirse otra joven lorquina: Sor Concepción Fernández Rubio.
Años después, con permiso de la Santa Sede y por motivos de salud pasó a este Monasterio desde el de Murcia donde había profesado el año 1879, la Rvda. Madre Carmen del Corazón de Jesús Cañada Luján; falleciendo cargada de méritos y años en 1934.

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